lunes, 28 de enero de 2008

Te quiero cantar te quiero y no tengo voz...

...te voy a cantar te quiero con tu voz

Como siempre, una pasada, me encantó. La única pega es que empezó a las 2 de la madrugada, pero bueno, mereció la pena. Terminamos hasta arriba de confetti y nos pusimos prácticamente en primera fila. Aquí dejo un reportaje gráfico de la nuit!







































































3 comentarios:

Anónimo dijo...

Alcé la vista y vi a un anciano que evitaba mi mano. En mi cabeza seguían resonando las palabras de aquel hombre gris que se escudriñaba tras la solemnidad de su mesa de caoba...”tendrás que enfrentarte a ello”. Lancé el pitillo con mis dedos lo más lejos posibles, y tras rebotar un par de veces contra el suelo fue a parar justo al lado de la Paloma que seguía afanosa en sus quehaceres, pero ante el movimiento de la colilla se acercó a ella con curiosidad. Di un golpe en el suelo con mi pie y la rata con alas emprendió vuelo a una rama próxima que le servía de punto de vigilancia de su lado de la acera. Me levanté del banco, y me subí la cremallera de la cazadora. Un escalofrío me recorrió la espalda. Era una tarde desapacible, con la llegada de las primeras gotas, la calle se había quedado desierta y solo se oía el sonido de la lluvia contra el suelo. Al fondo frente el edificio de la bolsa una pareja andaba bajo un enorme paraguas azul. Los tacones de la chica hacían un ruido rítmico. El hombre de unos treinta y cinco años la rodeaba con su brazo por la cintura y ella lo agradecía con un tambaleo de caderas que hacía imposible no reparar en ella. No pude evitar que mi cerebro tratara de nuevo de irse de ahí y buscar cobijo en los recuerdos. No era momento para aquello, saqué el ipod del bolsillo, y con impaciencia busque la pista número 13. Los primeros acordes de nuestra canción empezaron a sonar. Al compás de la música me vinieron a la mente aquellas noches en el Ambigú, cuando todo lo que deseaba era ver reflejado el mundo en sus ojos verdes color esmeralda, en esos tiempos en los que una sonrisa suya era motivo suficiente para hacer que la vida mereciese la pena. Miré mi reloj, un fabuloso Patek Philippe que había sido minuciosamente imitado por algún artista relojero clandestino cuyo talento aún estaba por descubrir. Las ocho y cuarto. Seguía sin entender como me había hecho esa muesca en el cristal, no conseguía recordar si me había golpeado con algo. Se me estaba haciendo tarde. Metí las manos en el bolsillo de la cazadora y apreté fuerte el sobre que había ido a buscar. Ese sobre que suponía traicionar todo en lo que había creido y por lo que había soñado. Subí por Castellana camino a casa.

Karma dijo...

Qué intriga, joder. Me has enganchado más que con perdidos, que lo sepas.
Me voy recorriendo Madrid con tus descripciones, hasta me he tomado un Margarita imaginario en el ambigú ;)

Anónimo dijo...

ya me he enganchado. YA. JODER. ME ENCANTA.

Verano